Después de Alcaracejos

Salí por la noche para la etapa más dura y más larga del Camino Mozarabe.
Desde los primeros 100 metros, mi talón está en llamas.
Estoy improvisando un tacón de papel higiénico y un paquete de cigarrillos.
Relajo el zapato y continúo apretando los dientes.
Dudo
Begoña y Charro me habían ofrecido un auto. Debería haber aceptado.
Dudo.

En un matorral inmenso, el camino sube abruptamente y desciende abruptamente (muy) mal.
La jarra embalsama.
El granito ha cedido el paso al cuarzo y las esquistos atravesadas por las vetas de calcita blanca.
Blanco y negro como este paso.
Mi pie se hincha.

 Comentario:
Durante esta etapa, no pude parar, porque el dolor en el pie era demasiado intenso al reanudar la caminata.
Como no había comido todo el día, agotado por el continuo dolor, tuve una hipoglicemia prolongada cuando llegué a Villaharta. Atravesé triunfalmente el pueblo encima de una camilla hasta el dispensario.
¿Por qué no he aceptado cortar la etapa, como lo propusieron Charro y Begoña? ¿Por qué tan gloriosa e innecesariamente sufrir?
Al día siguiente me di cuenta: era "el último día del mes de octubre de 2015".
Exactamente el día del 400 aniversario de la publicación de Don Quijote.
Un día que había estado mirando desde que salí, y lo había olvidado.
¿Cómo podría haber celebrado mejor la memoria de Hidalgo que con este cruce heroico y estúpido de Sierra Morena y esta llegada lamentable y triunfal?

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