En el borde del camino, ruinas románticas rodean la colina.
Por más de un kilómetro, es la muralla que defendió el castillo-aldea de Castrotarafe.
En el sitio de una villa romana, estas fortificaciones custodiaban el puente del río Esla, a las fronteras estratégicas de Castilla, León, Galicia y Portugal.
Hecha de grandes guijarros y arcilla, la larga pared del siglo XII tuvo que ser reconstruida varias veces.
Antes que, el puente derrumbado, la región se pacificada, el pueblo fuese abandonado.
Antes de ser definitivamente saqueado por las tropas de Napoleón, cuyos estragos en España no se denuncian suficientemente.